El 15 de junio fue el Día Mundial contra el maltrato en la vejez y por esta razón, dedicamos este blog a conversar sobre este tema, pues, aunque la población adulta mayor es sumamente valiosa para las sociedades, se sabe que algunas de estas personas son víctimas del maltrato, abandono o negligencia; en especial, aquellas que padecen enfermedades como demencia, alzhéimer o alguna condición que limita su autonomía.
El maltrato es definido por Muñoz (2003) como “todo acto u omisión cometido contra una persona mayor, en el cuadro de la vida familiar o institucional y que atente contra su vida, la seguridad económica, la integridad física-psíquica, su libertad o comprometa gravemente el desarrollo de su personalidad (p. 135).
Nuestra posición al respecto es la de condenar cualquier forma de maltrato hacia la persona adulta mayor, debido a que, esta población merece nuestro respeto y sensibilidad. En tanto, la forma en la que una sociedad trata a sus adultos mayores evidencia sus valores e idiosincrasia.
Varias veces hemos mencionamos que la población de adultos mayores es un tesoro rico en sabiduría y experiencia y como seres humanos dentro del proceso de envejecimiento, es esperable que su autonomía disminuya en etapas avanzadas de la vejez y, por lo tanto, lleguen a necesitar el apoyo de una persona cuidadora. Persona que debe acogerse a la responsabilidad y el compromiso de velar por la seguridad del adulto mayor.
Partimos del concepto de buen trato, el cual se relaciona con “la interacción que se tiene con las personas, así como con el entorno y que promueve un sentimiento mutuo de respeto y reconocimiento, generando satisfacción y bienestar entre quienes interactúan” (INAPAM, s.f).
Las personas adultas mayores pertenecen a distintas familias y comunidades y deben sentirse pertenecientes a ellas, tomadas en cuenta, valoradas. Dentro de sus núcleos familiares, su integridad debe ser resguardada y se les deben brindar los cuidados básicos, incluida: la alimentación, medicación, higiene, entre otros.
De modo que el proceso de envejecimiento sea digno y satisfactorio para toda persona y que este compromiso sea transmitido de una generación a otra, por el bien de las sociedades.